Un mundo subterráneo – @Ordinarylives

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Todos tenemos nuestro verdadero yo oculto bajo la piel, un mundo subterráneo tras capas de ropa, maquillaje y sonrisas. Un pozo del que no dejamos que nadie saque agua, una habitación que tiene el cartel de ‘Prohibido el paso’ colgado en la puerta.

Un mundo subterráneo que es nuestro búnker, nuestro desorden, toda nuestra mierda y la auténtica verdad.

Tenemos una realidad que nadie más conoce, que tapamos con sábanas viejas y escondemos.

Nos cuesta ser sinceros y compartir, y estamos tan llenos de miedo y rasguños que callamos para no hacernos más daño del que ya arrastran nuestras huellas. Pero no sirve de nada. Cada día más aislados, más solos, más tristes, más fracasados.

Y llega un día en el que te das cuenta de todo eso, de eso y mucho más. Y es entonces cuando quieres tener fuerzas para levantarte del suelo, quitarte el barro, secarte las lágrimas y llenar las páginas del cuaderno con tu propia historia. Puede que sea entonces cuando cualquier acorde de guitarra te arranque una sonrisa y te de alas, y quieras dejarte ver en el mundo exterior.

Va a llegar el día en el que no te de miedo gritar, reír y cogerle de la mano. Vas a querer besarle en la boca mientras llueve cualquier tarde de verano y te dará igual haber dejado la ropa tendida. Vas a querer vibrar con el primer salto que te lleve al otro lado del río para poder abrazarle.

Todos tenemos un mundo subterráneo que no queremos mostrar pero llega un día, llega un día que alguien se atreve a coger la linterna y que no te hace caso, y coge aire y bucea entre tanto edificio antiguo a punto de derrumbarse.

Alguien debería decirte alguna vez que van a agarrarte antes de volver a caer y van a limpiarte las rodillas.

Alguien debería decirte alguna vez que no vas a llorar más porque no te lo mereces.

Alguien debería decirte alguna vez que en el sótano se está tranquilo, pero no se vive bien.

Abre las ventanas, que entre la luz, vamos a dejar atrás el subsuelo.

Vamos a reírnos desde la azotea de un rascacielos y a escribir nuestro nombre en cualquier muro.

Vamos a empezar a vivir en la superficie y a dejar la penumbra para los demás.

Pienso correr, pisar charcos contigo y dejar todo el gris a las espaldas.

Que nadie te lo diga aún, pero voy a ser feliz. Y tú también.

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