Los últimos compases de un éxito cualquiera de algún grupo de pop olvidado sonaban y la gente aplaudía, eufórica por el alcohol. Una muchacha le pasaba el micrófono a un hombre de mediana edad que sostenía un bourbon en la otra mano. La letra de una canción de Carl Perkins empezaba a colorearse de azul celeste a medida que el hombre intentaba acercarse lo máximo posible al acento del rockabilly de Tennessee. Era una noche cualquiera de alas rotas y …