Porque no me ha sido preciso saber para cuándo. Llevo mil ochocientos veinticinco amaneceres a cuestas, calzándome pasos firmes y andar de esperanza. No han mentido aquellos que juran que hay un descosido para este roto, lo sé. Ha sido esa la cuerda que gira el engrane al trotar de los días, la que rellena el hueco de mis nubes con ilimitados escenarios y actores para cuando me sorprenda el instante de ese choque de miradas, para cuando me atrape la …