Empieza siendo pequeño como un guisante. Poco más que una sensación de desasosiego de origen inidentificable. Tratas de ignorarlo y a veces, con esfuerzo, lo consigues, pero, a pesar de ser pequeño, el hijo de puta es fuerte y tiene sus mañas para que no sea fácil pasar de él, así que acabas prestándole más atención de la que realmente te apetece. Su táctica es la de las guerrillas. Cuando andas a tus cosas, despistada, te tiende una emboscada de …