La había acechado durante un buen rato antes de atreverse a acercarse a ella. Estaba sentada en un banco en mitad del parque y la tenue luz amarillenta de la farola la hacía parecer un pequeño ángel. Tenía el pelo rubio peinado en cuidadosos bucles sujetos a ambos lados de la cabeza por dos grandes lazos blancos. El vestido era un cursi despliegue de volantes y puntillas rosas, como el de una de esas pastorcitas románticas más parecidas a princesas …