Por cierto, un día moriré. Flotar: verbo intransitivo. 1- Mantenerse [un cuerpo] en equilibrio sobre la superficie de un líquido o en suspensión en un gas. (fig) Mi espíritu flotaba en un mar de confusiones, y las interrogaciones angustiosas se sucedían sin hallar respuesta satisfactoria. ¿De qué coño va la vida?, ¿Por qué me duele aquí dentro?, ¿Quién soy en realidad?, ¿Dónde voy?, ¿Algo de todo esto tiene sentido?, ¿Podré saltar sin mirar?, ¿Crees en mí?, ¿Te quiero?, ¿Sabremos respirar …
Cargando con el peso del mundo – @JokersMayCry
Si pudiera sostener el mundo con su cielo y su infierno en mi mano. Aunque pudiera mecerlo únicamente con un dedo. Maldita sea, si pudiera levitar sobre mi meñique toda esa realidad conteniendo las estrellas del Firmamento y las llamas del Averno, lo hubiera soltado al verte. Y no me hubiera detenido a preocuparme por cómo las constelaciones chocan contra la cúpula celestial en la caída, cómo las llamas del tártaro lo devoran todo hasta reducirlo a cenizas, cómo las …
Divina mente – @DonCorleoneLaws
Admito que, para muchas cosas, soy uno más de tantos, y que hago de esa normalidad una pequeña virtud. A mí, inevitablemente, también me atraen una cara bonita, unas piernas sexys, un buen escote, una sensual forma de caminar, un tatuaje en el lugar adecuado para ser besado, un culo apretado, unos labios carnosos, unos pies esbeltos o unas cuidadas manos. No creo que haya nada malo en ello, ni por eso me considero una persona superficial. Vivimos en un …
Querido Santa Claus – @Macon_inMotion
Querido Santa Claus, mira. Voy a ser directo. Incumpliste tu promesa de darme un sitio perfecto. Pero, sabes, he crecido y tú a mi ya no me engañas, vete por dónde has venido, coge todas tus patrañas. Ya no vales. Te ensañas, desengañas y enmarañas siempre todo con oscuras artimañas. Aún así la culpa es mía por escribirte una vez más. Pero, viejo, no te excites, esto no volverá a pasar. Este año para variar, podrías arrebatar. todas las luchas …
Cristales rotos – @CarlosAymi
El niño nunca olvidaría aquella tarde, a finales de la primavera. Se encontraba en su casa, en el jardín. Regaba con un cubo de playa dos cerezos, mientras miraba embelesado cómo se llenaba la piscina en la que en unos días se podría bañar. No había ni una sola nube en el cielo. Comenzó a sonar el teléfono del salón. Su mamá no estaba, su papá sí, pero en el despacho de la planta de arriba. La casa era enorme …