A ser madre nadie te enseña, se aprende. Es por eso que cometemos tantos errores como aciertos. Mi acierto y error se llama Mario, mi pequeño de 13 años. Sí, suena contradictorio, pero es posible, real y doloroso que alguien que ha dependido de mi propio cuerpo para formarse y sobrevivir sea ambas cosas. Soy su madre, y esa relación es la única que conozco capaz de hacer de la palabra siempre una garantía de por vida. Mario siempre ha sido …