Sin llamar – @JokersMayCry

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Tal vez no recuerdes cuando el viento trastabillaba en tu pelo mientras mi torcida mirada tropezaba rodando por todo tu cuerpo cada vez que te asomabas por aquella ventana con vistas a nosotros mismos; cuando el olvido fermentó en alguna botella de whisky barato que se derramaba a partes iguales por mi sangre y por el suelo, dejando su aroma en cada pútrida línea nihilista que paría para abortar en un papel manchado de derrotas; cuando había un extraño pacto entre mis demonios y las plumíferas alas blancas que esos ignorantes optimistas dicen que envuelven a este mundo. No, no era un pacto, era cansancio, el desgaste de la lucha, el roce del metal de las espadas que se blandían dentro de mi corazón destrozándolo, matando cada latido, dividiendo en mil cada gota de sangre con alma que fluía por mí. Es todo una puta batalla que se está haciendo guerra. La guerra nunca termina hasta que no muere suficiente gente. Tal vez no recuerdes lo hermosa que estabas llorando mientras veías tu imagen en aquella ventana negra, frente a ese bostezo que te devolvía la noche con tu reflejo y mi rostro detrás, mi rostro demacrado por el alcohol bailando con las drogas, con mis ojos rojos hechos rayos de sangre, muerte y eclipses dilatados que se transformaban en abismos que te empujaban vertiginosamente al Tártaro de forma irracional.

—Esto no es amor– susurraste.

Tu pálida mano abrió la ventana y lanzaste un suspiro, o lo salvaste de estar en aquella habitación conmigo mientras tu alma tiraba para desgarrarse de ti, para irse con ese suspiro. Entonces dejaste de verme en el cristal. La noche estaba salpicada de cocaína, una gran pastilla de LSD brillaba y los vapores del alcohol flotaban de manera pesada en el oscuro fondo de un largo vaso de tubo lleno de ron con Coca Cola.

—¿No es amor? ¿Qué es amor? ¿Qué es amor, maldita sea?

Sollozaste intentando esconderte, pero las convulsiones de tu espalda desnuda te delataban, el ruido de la pena destilando decepción. Tu pelo ondeaba, lo poco que podía ver de tus tetas saltaba de rabia, tu culo frío permanecía impasible.

—No lo sé…

Cogí un puñado de papeles del suelo que estaban junto a mí, los apreté mientras los exhibía.

—¡Esto es amor, joder! Esta mierda que te escribo no es real, pero existe. ¡Míralo! Amor no es un “te quiero” con la boca llena de esperma, no es un orgasmo de unos segundos, no es matar flores para que se pudran en tus manos, no es abrazarnos como koalas a un eucalipto. Esto que te escribo es más precioso que tú, maldita zorra. ¡Dios! Déjame arrastrarme en este suelo de whisky para nadar y rescatar lo que no ves de nosotros, elevar desde esta atrayente decadencia lo que significas para mí, convertir en flores los hematomas de tu piel, besar la sangre de tu labio partido. ¡Déjame, joder! ¡Tírate por la puta ventana si tanto me quieres! ¡Sacrifícate si crees que eres la víctima que ama y no es correspondida como pensaba! ¡Muere enamorada antes de que todo desaparezca y  únicamente quede en ti un vacío, un eco de la nada con mi desfigurada forma y suicídate como una buena romántica gilipollas!

Yo era un gusano, una serpenteante larva arrastrándose por el suelo vomitado, cortándose con los cristales de las cervezas rotas, clavándose en su lento trayecto alguna aguja, rebozándose en papeles de tinta… Y me levanté, ¿te acuerdas? Tu culo temblaba de miedo mientras a cada paso el mundo giraba siendo yo su gran y poderoso eje,  y gimió cuando te penetré el culo sin llamar. Ese culo que se contraía abrazando espasmódicamente mi polla con terror, mientras tus manos se volvían garras apretando el alféizar, mientras tu mirada aullaba a la noche, mientras te perdías en un infinito al que nunca podrías llegar y que intentabas atisbar con los ojos llenos de dolor. Y mis manos acariciaban tu cuerpo sin llamar a tus puertas. Y mi lengua de estropajo entraba en tu boca sin llamar. Y mi orgasmo llegaba sin avisar y mi esperma fluía por ti sin llamar. Y te abracé… Te abracé mientras un cuchillo entraba por mi costado sin avisar, tan frío y ardiente lo sentía cuando me arrodillaba antes de caer a tus pies.

Ya no olía a whisky, la luna llena brillaba tras de ti, tus lágrimas caían floreciendo en el suelo y, por fin… Joder, por fin, el mundo me apretaba en un abrazo contra su pecho hasta asfixiarme dulcemente. Por fin, mi alma se acunaba en la guadaña de la sonriente dama en un último relámpago de lucidez para ver que no, cariño, que no era amor, pero gracias por haber entrado en mi vida sin llamar, por haberme abierto una luz a lo lejos que se acercaba sin llamar.

Joder, duele… Tu culo sangra resbalando por tus muslos, pero es la última herida. Ya no hay guerra.

 

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