Lo que quiero es ser esa que canta Sabina.
La de la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta.
La que se atreve con todo.
Lo que quiero es serlo sin que me duela el alma al ver como otros estiran sus cuellos, sin que me corte con los bordes afilados del veneno que las lenguas bífidas expulsan, sin que me sienta sucia por no sentirme sucia si deseo que me levantes la falda.
Lo que quiero es ser la chica de Ipanema, pasear con vestido de verano todo el año, sentir la brisa del mar en mis piernas desnudas, bronceada y despreocupada, sin más pretensión que la de disfrutar de un atardecer de finales de verano, cogida de tu mano, reflejada en tus pupilas y sintiéndome viva a tu lado.
Lo que quiero es ser esa que te vuelve loco, que al pensarme no puedas dormir, esa que aunque estés lejos sientas muy dentro, la que te revuelva, te agite, te abrace y te enrede en un bucle de vicios prohibidos. Esa que al asomar te saque una sonrisa y unas irrefrenables ganas de besar mi boca, la misma boca que nunca sabe como gesticular para formar esas palabras que te hagan saber que te quiero, aunque sea maestra en morderte la nuca, las nalgas y el pecho.
Lo que quiero es ser la chica de ayer, esa que miras desde tu ventana mientras destroza las putas flores de tu jardín. Y que aún así quieras bajar y arrancarme el vestido y besarme esta rabia que llevo conmigo.
Lo que quiero es una casa en el desierto, una mecedora y una recortada. Que mis ojos sólo vean horizonte, que no me encuentre la vida, que huir sólo sea sentarme cada atardecer y tocar una guitarra.
Lo que quiero es ser tus ojos de gata, que te vuelvas loco por entrar en mi habitación, y sobre el colchón quitarme estas ganas. Estas que me ahogan, me enervan y me traban. Que me sujetes del pelo, me cambies el nombre, los sueños y el alma. Que me sometas y me trague este orgullo que amenaza con aislarme del resto del mundo.
Lo que quiero es ser impredecible, alucinante, una explosión, el volcán que erupciona y te arrasa, los dientes que muerden el pánico, la loca, la enferma, la guerrera, el grito en el cielo, los pies en el suelo, mis uñas que te arañan, la que a veces pierde, la que se deja vencer, la que nunca se vende, a la que no le importa nada, la última esperanza.
Lo que quiero es dejar de morderme la lengua, clavarme puñales y destrozarme con mis propias lanzas.
Ser esa que canta Sabina.
La que no tiene miedo a nada.
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