«Esclavos, soldados, guardias reales, plañideras, tocadores de pífano, gobernadores, príncipes, futuros reyes, y todos nosotros, dondequiera que estemos y quienquiera que seamos, no hacemos más en la vida que ir buscando el lugar donde quedarnos para siempre.»
El Evangelio según Jesucristo -Saramago-
Alex
Te amo y me amas, ¿verdad?
Lo primero que recuerdo de ti son tus ojos felinos acercándose a los míos, en la barra de aquel chiringuito de playa, al aire libre de preocupaciones y rutinas.
Luego, de tu mano, llegó el calor, el sudor, la humedad, los latidos.
Aunque intuyo que ya lo sabías había viajado con amigas, pero hasta que no irrumpiste en mi vida esa noche, no me di cuenta de lo sola que había estado hasta entonces.
Te aproximabas despacio con tu mejor carta de presentación: aquella maldita sonrisa en los labios, en los que poco después perdería la cordura.
Nos presentamos, con la música de fondo del sonido envolvente del mar, y la noche nos invitó a bebernos la vida a morro y empapar nuestro deseo en agua salada y mojitos.
Me cogiste de la cintura y te seguí hasta la orilla.
Entre risas, estrellas, dedos y brisa, nos arrancamos la poca ropa que apenas aún nos cubría.
Tus manos marcaron el camino hasta el centro de mi cuerpo, que poco después recorrería también tu lengua, invadiéndome entera.
Luego, mi boca ansiosa, buscó que la llenaras toda de tu esencia.
Me cogiste en brazos y nos metimos en el agua, donde hicimos el amor mecidos por las olas, una y otra vez hasta que caímos exhaustos de tanto orgasmo.
Ya tumbados en la arena, te acercaste a mi oído y me susurraste: «Cariño, la noche son 300€».
Joss
Era uno de los socios de mi empresa, alguna que otra vez habíamos coincidido en el ascensor. Siempre noté su mirada sobre mí. Lo rodeaba un aura de poder y seguridad que empequeñecía al resto. Una tarde me hizo llamar. Pasé a su despacho y cerró con llave a mi espalda. Su forma de mirarme de nuevo me traspasó, tuve que bajar la mirada. Me pidió que me quitara la ropa interior y me sorprendí dándosela en mano. La guardó en el bolsillo, se sentó tras su mesa aflojándose la corbata, me ordenó que me sentara frente a él, que subiera mi falda y me masturbase bien expuesta… Lo hice. Me sostuvo la mirada en todo momento hasta que alcancé el orgasmo. Después vino hacia mí, mojó sus dedos en mi interior y me acompañó a la puerta… Se quedó mis bragas favoritas del Primark, el muy cabrón.
Mario
—¿Cómo has dicho?
—Lo siento MI AMA — me dijo.
—No te he preguntado si lo sientes, te he preguntado qué has dicho, porque me ha parecido que anteponías tus deseos a los míos. ¿Ha sido así?… Mario no me jodas, estate atento a mis palabras, a su significado, esto es muy importante para mi, deja de temblar de una puta vez , solo yo entiendo tu mente, tu placer. Has cometido un error, y lo vas a pagar. Cada palabra, roce de mi piel, cada látigo se van a clavar como puñales en tu corazón, en tu alma y en tu orgullo. Vas a sentir el significado de la palabra mío.
Coloqué la fusta entre mis dientes y volví a tomar distancia mientras no dejaba de hablarle, apenas Mario respiraba por no interrumpir el momento, sin embargo, no se perdía nada de lo que a su alrededor acontecía, intentando entender, comprender, conocer y aprender aquello que estaba viviendo.
—Has cometido un error de principiante ,gilipollas, nadie se enamora de Lady. — Le dije.
A veces me pregunto cómo sería , cómo sería tener una vida normal junto a él.
Erik
Se llamaba Erik (o ese es, al menos, el nombre con el que le bauticé) y no me lo podía creer cuando le encontré ahí plantado, en ese callejón sucio y con olor a orina por el que no te meterías ni acompañada. Le vi venir de frente. Más de metro noventa, alto, rubio, con los ojos del color de un glaciar. Todo mi cuerpo emitía señales de alarma “¡PELIGRO, PELIGRO, PELIGRO!”. Sonreía ligeramente como un cuchillo con el que me apuñaló en el alma. Me acerqué cuando la cordura me decía que corriera, le abracé cuando el instinto de supervivencia me suplicaba que le esquivara y le besé sin mediar palabra mientras el sentido común me ordenaba que gritara. Me empotró sin ningún tipo de piedad contra la pared, me rompió las medias, las bragas y todo lo que encontró y me folló sin conmiseración. Sentía sus dientes en el hombro donde se quedaron marcados como un sangriento tatuaje, un tributo a la pasión desmedida. De repente me encontré con un cuchillo apoyado en la mejilla. Al verlo, no supe si asustarme, llorar o gemir más alto. Gemí como una puta bestia en celo y cuando noté que lo deslizaba por mi cuello y lo apretaba ligeramente contra mi pecho, grité de pura excitación. Podía matarme si quería, pero me follaba. Y ese peligro me enloquecía como nada lo había hecho antes. Me sorprendí a mí misma deseando que lo clavara entre las costillas y, en mitad de ese deseo, me corrí chillando como una cerda en día de matanza. Sentí como convulsionaba y su orgasmo derramarse entre mis piernas y, después de un segundo de tensión… nada… Erik desapareció de mi vida tan repentinamente como apareció, aunque no del recuerdo. Ni de mi hombro, marcado para siempre.
Rober
Sus manos. Al final siempre son sus manos. Sus putas manos. Podría mudarme a vivir en ellas hasta el fin de mis días. No entiendo cómo puede ir por la vida con esas manos como si nada. No sabe el poder que tiene. Joder, sus manos.
Y yo. Que le diría cualquier cosa. Lo que fuese. Todo. Dame un beso. Quiero que me toques. Me muero por comerte la polla. Ojalá no puedas pasar un maldito instante sin pensar en mí. Y aquí estoy. Callada. Qué imbécil.
Y mi cabeza. Las voces dentro. Que no paran de resonar. Callaos ya, hijas de puta. Dejad de destrozarlo todo. Le quiero. Le quiero, ¿os enteráis? Le quiero tanto que voy a explotar. Le quiero sin control. Le quiero mío. Que nadie toque nada, que nadie se acerque, largaos de aquí. Esto es propiedad privada. Prohibido pasar. Peligro de muerte.
Soy la perra guardiana, soy el Can Cerbero. Soy la asesina de todo lo que no sea él. Vengo armada. Nada importa salvo nosotros. Soy capaz de lo que sea. Esta es nuestra burbuja. Esta es nuestra paz.
Silencio.Ya despierta. Se acaricia el pelo con los dedos en forma de peine improvisado. Es precioso. Un tesoro magnífico y delicado. Como el cristal de bohemia. Voy a cuidarte, amor. Nadie te podrá tocar jamás. Aquí estás a salvo. No tengas miedo. No me mires así. Qué miedo darte miedo.
Haremos el amor. Suave. Lento. Salvaje. Animal. Desesperado. Nos buscaremos como dos náufragos. Nos desgarraremos la piel. Nos beberemos la sangre. Nos lameremos las heridas. Hasta que el sexo nos ahogue. Y sólo seamos piel y sudor y gemidos y la muerte sea un orgasmo. Que se vaya a tomar por culo el mundo.
Y joder, sus manos. Y las cadenas que tintinean. No te asustes. Prometo soltarlas cuando esté segura de no perderte. Te amo. Y me amas, ¿verdad?
[Escucha el relato en las voces de @Imposibleolvido, @reinaamora, @Moab__, @GraceKlimt, @EvaLopez_M, con prólogo de @Todojingles y música por @BlitXu]
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