Dime, ¿en qué momento decidiste que todo iría mal?
Me imagino que te despertaste una mañana y al observar tu vida te echaste a temblar.
¿Fue entonces cuando decidiste boicotear todo?
Quizá fue algo más gradual. Empezaste a darte cuenta de que las cosas iban bien y te dio miedo ganar.
Tú siempre has sido de perder y resignarte.
A esa emoción ya estás acostumbrado.
¿Fue por eso por lo que le hiciste daño?
¿Fue el miedo lo que te impulsó?
Quiero creer que existe una explicación mucho más humana para tanto dolor.
Quiero culpar al miedo por los daños.
Liberarla del lastre de buscar explicaciones.
Quisiera pensar que detrás de tu maldad se esconde un niño asustado, que solo entiende de llantos.
Así bien, la realidad es bien distinta, pues no hay miedo ni excusas que valgan. No hay explicaciones válidas para la maldad.
Tú no decidiste joder tu vida, decidiste joder la de los demás.
No te acostumbraste a perder, no te has resignado, ganas con el dolor ajeno.
Tú, que necesitas destruir para sentir, ganas la partida cuando los demás la perdemos.
Te alimentas de las ilusiones de los demás, del miedo a perder lo que nunca ha sido nuestro.
Vives de crear ilusiones, emulando la perfección para convertirla en el infierno.
Ninguna lagrima te detendrá. Ningún dolor será suficiente.
Ganas las batallas, la guerra ya se verá.
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