Necesito creerme a mí mismo al menos dos veces por semana y mirarme de vez en cuando en el espejo para no olvidarme que existo.
Conseguí distinguir diferentes tipos de defectos y virtudes pero ninguno se parece a los míos.
Intenté saltar más veces al vacío y al único lugar que llegué fue a ninguna parte. Y a veces, he vuelto.
En ocasiones llego a casa y olía más a cerrado que a hogar. Muy parecido a tus manos.
Le temo a las despedidas y a la última sonrisa que supone el olvido y como acto de valentía, intento encontrar el lado positivo de las cosas, pero nunca estás.
Soy más de llegar sin estar invitado y me voy sin haber dicho adiós. No me juzgues, no soy perfecto, sólo me hago pedazos.
Supongo que lo que escribo sólo habla de mí, porque sigo sin conocerte.
Las buenas maneras nunca funcionan, porque no queremos. Y aunque las nuestras sean malas, son las que nos mantienen en equilibrio, entre estar vivos, y no tener ganas de estarlo.
A estas alturas de mi vida, escribo por gula, como por necesidad y a veces duermo por obligación.
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