Escribo el último mensaje.
Por fin me armo de valor para decir lo que he tenido atorado ya hace algún tiempo en la garganta. Esa despedida que se rehúsa a salir. El mensaje que me hace dar cuenta lo cobarde que soy cuando las cosas se tratan de ti, de nosotros, de lo que fuimos y no de lo que seremos, del pasado que sin duda aliñara de agridulce mi futuro.
Preguntarse el por qué no funcionó está demás. Hoy sólo me queda decir que… gracias. Hiciste que mi vida fuera un poco más fácil con tus sonrisas y ocurrencias. Calmaste la marea hasta convertir mis días en un paseo en el parque lleno de luces y árboles, en una verbena de noche de verano, bailando bajo las estrellas sin más preocupación que el universo que escondían tus ojos. Hasta me diste razones para volver a creer, para perder el miedo, para saltar al abismo de tu inconsciencia y perder el sentido recorriendo tu espalda con mis manos.
Parece que hubieran pasado algunos (mil) años desde que sonreí con plenitud por última vez.
Es indudable el hecho de que contigo viví alguno de los días más felices de mi vida, tal como si nunca antes hubiera sido capaz de sonreír como esa temporada que pasé a tu lado, o tú al mío. Me sentía tan libre y al mismo tiempo comprometido contigo que siempre te amaré por eso.
Porque me enseñaste que las cadenas no atan, sino que unen.
Te amo —aún— por tanta libertad, por tantos momentos, por esa perspectiva en la que un día puede ser mi día con tan solo mirar al cielo y disfrutar de ver pasear las nubes, por tantos sentimientos que causaste y despertaste, por hacerme más mío siendo tuyo.
A veces me gusta imaginar que esas personas que fuimos cuando nos encontramos aún permanecen juntas en algún universo alterno, en otro plano, cumpliendo las cosas que nosotros soñábamos y algún día vivirán felices para siempre. Que —mi yo de alguna otra vida— será capaz de darte lo que no pude, que allá no te vas a ir y que allá vas a luchar un poquito más,
Y yo no me rendiré tan fácil.
Que allá no me temblarán los recuerdos al escribir en (de) ti, ni me preguntará el corazón por qué no estás. Que no tendré qué explicarle a mis horas por qué no pido más tiempo y a veces sólo quiero que transcurran. Que ya no necesitaré ir contando los días en el calendario, sino simplemente dejarlos pasar. Que allá no va a ser como acá, donde sólo hay vacíos y tristezas, y tú nombre decorado con la horrible interrogante de los hubiera y los qué tal si. Que allá, las dudas no son más que certezas, y las mentiras no son más son alimento ansiado de los necios que no saben ver más allá de su propia sombra. Que allá los monstruos que –aún- habitan debajo de mi cama, son sirvientes que nos traen el desayuno para que podamos alargar la noche si bajamos las persianas.
Visita los perfiles de @PoetaImpostor y de @Safronina