A veces se nos olvida que no somos capaces de ganar todas las batallas, por mucho que luchemos, por muy fácil que sea la victoria, una retira a tiempo siempre será una lección aprendida. De las más duras guerras, esas que vas con tu coraza bien armada, jamás se sale ileso, lo sé porque guardo cada cicatriz, unas mejor curadas que otras, que son señal de que luché con todas mis fuerzas, quise o amé como si me fuera la vida en ello. Saqué toda la artillería para que cada instante fuera eterno, para que perdurara en el tiempo y aún así me tumbó un revés, pero al fin y al cabo son experiencias que les tomas cariño, son tus heridas porque sólo tú sabes lo que has sangrado por ellas. A toro pasado, como suelen decir, duelen menos, aunque haya algunas que aún supuren por dentro porque cuesta cicatrizar o despedirse, mejor dicho, de algo que no quieres que se vaya por mucho dolor que te cause.
Sé que cuesta decir adiós a una caricia sobre todo si llega a media noche, llena de abrazos fundiéndose en mil besos que intentan deshacer una cama a las tantas de la madrugada, dos cuerpos buscándose en medio de sábanas y edredones, como si no se hubieran tocado nunca, deseando encontrarse piel con piel. Caricias que saben a gloria, sobre todo si son de “la guerra” que más te mata. Y así morimos durante meses o años, aferrándonos a ese cuerpo que tanto nos duele, pero que no podemos prescindir de sus besos porque al fin y al cabo son los que te dan la vida. El roce de su boca entre tus piernas, ese olor a sexo infinito y penetrante que se mete entre los poros y provoca más deseo y te hace sucumbir a cualquier cosa que te pida, follar como locos durante horas practicando mil posturas, comiendo de él, bebiendo de ti, lascivo todo lo que pasa por tu cabeza y aún así siempre complaciente te enrollas entre sus brazos pidiendo más, más duro, más placer, porque esos instantes que te saben a gloria deseas aprehenderlos para que se queden en tu retina el máximo tiempo que sea posible, porque sabes que será solo eso, instantes, porque esa guerra ya la tienes perdida.
Me frustra sobre todo comenzar sabiendo el final, no se si os pasará a vosotros, cuando estas con esa persona que sabes que si, pero que no, sin embargo lo deseas tanto y deseas estar con él a toda costa que cualquier atisbo de duda se disipa en el momento que te llama, que te busca. Pones todos los medios, todo lo que está a tu alcance, si es preciso haces malabarismos para hacer que funcione, pero sabes que es una guerra, la más dura y aún así coraza en mano te adentras en ella a luchar cual valiente mientras piensas, de ésta no salgo viva, y si sales, cuando pasa el tiempo sales rota, desgarrada, herida, no de muerte, pero casi, demacrada y hundida por dentro y quizás esas son las marcas que más cuestan curar, porque el tiempo al fin y al cabo no cura porque no conseguimos olvidar del todo, son las personas que te rodean las que te ayudan a sanar, es tu cabeza si dejara de recordar la que aceleraría el proceso, malditos recuerdos que llegan en forma de olor o de beso que hacen que lo que ya casi curado estaba, se abra de nuevo como un punto de sutura mal dado, que se escapa y no veas como duele.
Lo mejor de las batallas es el “no vuelvo a luchar”, pero somos humanos de instintos, de deseos, somos sentimiento puro o al menos yo así lo veo, somos de tropezar en la piedra porque pensamos que en la siguiente nos dolerá menos, pero solo es mentirnos a nosotros mismos. Personalmente cuando más dura, grande y pesada es la piedra, cuanto más me cuesta escalarla, o bordearla, más me gusta tropezar con ella. Cabezonería dicen, yo lo llamo pasión, estaré loca, pero me gusta saber que es la pasión la que mueve al mundo, la que me mueve a mi, esa que te lleva a la batalla a luchar, a ganar o a perder, esa que se va de la noche a la mañana y te espera en un par de días a la vuelta de cualquier esquina para decirte, estas viva, continúa. Lo mejor de las guerras supongo es lo que aprendes, lo que ganas en cada batalla, mal ganada, perdida o abandonada, siempre habrá algo que te sirva de consuelo o recodo para la siguiente vez, porque no lo dudéis, habrá otra, miles, porque la vida es así una continua lucha sobre todo entre la cabeza y el corazón, entre piedra y camino o pasión y amor y a veces creo que eso es lo que nos mantiene aquí, vivos.
Si queréis saber en mi última batalla lo que yo gané al saber perder fue mi vida.
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