«Imposible esclavizar sus afectos.
Imposible amarrar su alma.
Tan sencillo como libre. Amor.»
Imposible esclavizar sus afectos.
El golpe de la puerta al cerrarse lo siente como un puñetazo en la boca del estómago. Han sido varios meses de tira y afloja, agotadores, hasta que él no ha podido más y ha tomado la decisión de marcharse. Y es que, cuando al corazón se le aprieta, es inevitable que la sangre fluya menos y más sucia. Quizás si ese corazón se conformara con sentir menos… Quizás si esa piel no tuviera la necesidad de empaparse de afectos… Pero no se engaña, ella es como es, y la llegada a su vida en pareja de aquella dulzura de mujer, no pudo ser casual.
En una pareja como la suya, que muchos tildarían de moral relajada, no era la primera vez que había un tercero, o tercera, pero siempre como visitante. No sabía muy bien qué había pasado, solo que su cuerpo y su alma se dejaron llevar, como siempre. Las miradas se cargaron de sentimientos, el alma desplegó su mejor plumaje y la cama dejó de pertenecer solo a dos. ¿Cómo ser menos humana?
Y entonces, contra todo pronóstico, aparecen los celos del que nunca actuó como un macho al uso, con reclamaciones. Comenzó a medir el tiempo en compañía, el calor o cariño que había en las miradas y ahí, justo ahí, el alma de ella crujió y decidió que debía prepararse para desplegar pronto sus alas.
Llora de nuevo, el vacío es inmenso, y la incertidumbre ante cómo podrá vivir sin él, se le antoja insufrible, pero es que… le es imposible esclavizar sus afectos.
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