Elige estrella – @_ej_es

Erica Jade @_ej_es, krakens y sirenas, Perspectivas

“Elige estrella”, me dice, y la miro sabiendo que la elijo a ella, siempre. Sonríe al devolverme la mirada, sabe lo que estoy pensando, pero le encanta que lo siga pensando y, sobre todo, que se lo siga diciendo. Y se lo digo: “Te elijo a ti”.
Nos besamos, con tiento, saboreando el momento. Con Marina siempre es así porque nunca sabemos el tiempo que pasará hasta la próxima vez, no es fácil coincidir. Solemos compartir horas, normalmente una sola noche juntas, poco más.

Marina no hace honor a su nombre, no es una mujer de mar ni de playa, ni siquiera vive cerca de la costa. Marina es como la tierra, densa y tranquila, lenta en sus procesos pero confiable, y yo soy el árbol cuya semilla decidió que ese era un buen sitio para quedarse a vivir. He pasado mis momentos, mis dudas, mis ganas de arrancarme las raíces de cuajo y probar otras tierras quizás más fértiles. Pero amo esta tierra, amo a Marina.
Al principio me contaba que le gustaría desdoblarse y poder tener dos vidas, pero sólo se puede tener una, así que optamos por la única salida que ella contemplaba como posible, seguiría con su mujer y sus hijos y nos veríamos, si podíamos, cuando pudiésemos. Y yo, acepté.
Ésa es mi realidad, que acepté vivir un amor a ratos, un amor que va más allá de las horas que pasamos juntas, más allá de cantidades, centrándose sólo en la calidad. Eso me dije.
Cuando decidimos que ésta sería nuestra vida una parte dentro de mí, muy adentro, pensó que quizá, con el tiempo, cuando sus hijos crecieran y en el nido familiar sólo quedaran los progenitores, ella podría dar el paso, dejarle espacio a esa parte suya que siempre estuvo en un rincón, saliendo a vivir en plenitud, conmigo.

Ahora ya sé que no, ya pasé la fase del apego en la que esperaba que se cansara de la situación, pero es que entonces aún no la entendía bien. Marina nos a ama a las dos, es un hecho, y yo sé que no se elige a quien se ama, ¿cómo voy a culparla a ella por eso? El cielo está a reventar de estrellas esta noche y nos embelesamos un ratito más en mirarlas porque, aunque es octubre, bajo la manta se está muy bien aquí en el patio. Hace tiempo que dejamos atrás el vernos en hoteles, desde que supimos que esto no era un capricho para ninguna de las dos, se viene a casa.

Preparo unas copas después de cenar y música de la que nos gusta mientras Marina, coqueta como siempre, se cambia. Le gusta andarme provocando, sabe que me excita ver su cuerpo cubierto de transparencias, su mirada traviesa. La espero en el sofá, con luz de velas, y resistiéndome a quitarme prenda alguna. Hay calma en el ambiente, la casa se transforma cuando ella viene, tiene una vida que yo no consigo darle. La escucho taconear y contengo un segundo la respiración, la contención de la espera ya me tiene alterada, hasta que finalmente veo su sonrisa, expectante ante mi reacción, apareciendo en el salón. Me gustaría alargar ciertos momentos pero hay días que mi amor se desborda y el deseo arremete con fuerza.
El sofá se convierte en un espacio a invadir hasta que al poco, por fin, su piel alimenta la mía, por fin siento su dureza regalándome su esplendor, y le dejo que se empape de mí. Me penetra y, al sentirla dentro, todo vuelve a cobrar vida, la espera cobra sentido.

Sí, Marina vive en un cuerpo de hombre. La naturaleza decidió que, antes de llegar a mí, debía enfrentarse a la lucha feroz por su supervivencia compartiendo espacio corporal con un hombre. Y a día de hoy, Marina no ha renunciado a él. Él. Ni siquiera sé su nombre, ni en qué trabaja, ni absolutamente nada de su vida. Así lo decidió ella y así lo acepté. Hemos creado el mundo donde ella puede ser, eso dice, y así lo acepto. Marina apenas había salido a explorar el mundo sola tres o cuatro veces antes de encontrarnos. Hubo atracción desde el principio y, aunque en mi caso se mezcló al principio con curiosidad (su marcada mandíbula me llevó a fijarme también en su nuez), pudo más lo que me enganchó su mirada y la charla.

Poliamor pensé al principio de verme avocada a una situación completamente nueva para mí, pero no, ella sabe que ése otro con el que comparte cuerpo no está listo para permitirle dar ciertos pasos. Y ella se acostumbró a ello, decidió que no es la prioridad y que conmigo vive lo que siempre añoró vivir, aunque sea a ratos.
No pongo etiquetas ni a nuestra relación ni a quién o qué es Marina. Amor, ésa es la única palabra que se acopla a nosotras como un vestido hecho a medida.

 

Este relato se ha inspirado en @alexiadelrey

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