EL ÚLTIMO VIAJE
Era una tarde de domingo, tan gris y aburrida como tantas otras, mientras se debatía entre leer o escuchar algo de música para que las horas pasaran más rápido decidió encender el ordenador. Hacía mucho que no navegaba por internet y pensó que nada mejor que saltar de página en página para llenar una velada vacía.
Empezó visitando blogs, artículos de opinión, revistas de viajes cuando se topó con una foto que hizo que todo lo demás pasara a un segundo plano. Una puesta de sol en el desierto, tan simple como bella, tan calmada como sobrecogedora a la vez. Se sorprendió pensando en ese silencio, en esa calma, en la sensación de estar sola ante los elementos…
No supo decir cuando tiempo estuvo cautivada por esa foto pero si la decisión que tomó, llevaba tiempo ansiando un cambio y hasta ahora todo habían sido excusas pero a veces hay que seguir las señales y dejarse llevar por lo que nos manda el destino.
Con el atardecer de fondo de pantalla redactó una carta de renuncia con efecto inmediato, sacó un billete de avión y preparó una maleta pequeña.
Ahora o nunca se decía….
Sentada en el asiento y mientras escuchaba las instrucciones de seguridad del aparato se sentía nerviosa, no porque no hubiera volado mil veces antes sino porque esta vez iba a ser diferente. A la inquietud se le unían la excitación de lo desconocido, la sorpresa de haber llevado a cabo una decisión sin miramientos y la aceptación del hecho de que, por primera vez en su vida, hacía algo por ella y no por nadie más.
Destino: El Cairo.
La ciudad era completamente diferente a lo que ella había imaginado, ni aun habiéndola visto en mil películas supo poner en palabras todo lo que sentía pero si supo de inmediato que aquel era su lugar. Los colores, los olores, el ruido del tráfico asfixiante mientras el taxista peleaba tratando de llevarla al hotel que había reservado apenas sin mirar ya que no lo necesitaría mucho tiempo…
A su llegada a recepción y tras haber hecho el necesario check-in pidió información sobre cómo ir al desierto y mientras le comentaban todo tipo de excursiones y viajes organizados en grupo en su mente iba tomando forma la idea que se fraguó viendo la foto de aquel atardecer.
Aceptó amablemente todos los panfletos que le ofrecieron y subió a la habitación. Abrió la maleta y preparó la mochila que llevaría consigo al mejor viaje de todos. Hizo uso del teléfono del hotel y alquiló un todo terreno sin guía para dentro de un par de horas.
Salió a la calle y de nuevo se dejó llevar por las sensaciones, en un mercado cercano compró agua, algo de fruta y una manta. Siguiendo los consejos de la amable vendedora compró también un velo para cubrirse la cara y protegerse así del viento y la arena.
A la hora pactada llegó al establecimiento y desoyendo los consejos acerca de que una mujer sola y extranjera no debería adentrarse en el desierto, pagó por adelantado y cogió uno de tantos mapas que ponían a disposición de los clientes.
Con algo de dificultad debido al inmenso tráfico logró salir de la ciudad, condujo rápido, se acercaba la hora y no podía perderse el espectáculo.
Cuando se vióolo suficientemente lejos se salió de las rutas marcadas, tomó un camino secundario y no tardó mucho en adentrarse en la arena. La hora se acercaba y no podía llegar tarde a lo que, para ella, iba a ser lo más importante que hiciera en la vida.
Miles de pensamientos se agolpaban mientras saltaba por las dunas, la inmensidad de lo que tenía delante le confirmaba que había sido una buena decisión. Eligió un sitio al azar, paró el coche y se alejó caminando hasta perderlo de vista. Colocó la manta en el suelo y se sentó a esperar el anochecer.
El calor sofocante fue dando paso al frío a medida que el sol se iba poniendo, contemplando aquella bola naranja pensó que era lo más bonito que había visto en la vida… vida que había decidido abandonar.
Abrió la mochila y sacó unas cuchillas que había pasado de contrabando, los muchos viajes le habían enseñado a eludir la seguridad de los aeropuertos. Con calma pero con firmeza, las deslizó por sus muñecas abriendo un gran corte por el que la sangre empezaba a salir en gran cantidad.
Al mismo tiempo que el sol iba abandonando el paisaje ella abandonaba una vida que no había sido buena, y justo en el mismo momento que el astro rey tocaba tierra se sintió feliz por primera vez y notó como su corazón dejaba de latir.
Desplomada sobre una manta de colores y con una sonrisa en la cara se dejó ir….
Meses más tarde, cuando entraron a su apartamento para poder recoger sus cosas y ponerlo en venta encontraron una nota que decía:
El secreto está en El Cairo
Visita el perfil de @CheekyIntouch