Vivo en la agonía de los pactos que hay entre la luna y la oscuridad de las estrellas muertas que aún brillan porque Tánatos es más lenta que la velocidad de la luz… Y en eso consiste la tortura, en saberse muerto mientras parecemos vivos. Sobre mi almohada se conjura el dulce sueño con el amargo sabor a vómito de un insomnio que me murmura las más bellas y depravadas promesas de eternidad. El techo se me viene encima, las paredes se estrechan y no sé si mi erección podrá sostener el cielo sobre mi cabeza otra noche más. Mi polla ha llorado sobre mis mejillas mientras te abrazaba delirando con cómo mi cuerpo y el tuyo pactaban efímeros orgasmos entre sudor y gemidos. La sangre de las sábanas no se va con esperma; la luna está ruborizada por los versos que le dediqué… o le he causado una hemorragia interna y mañana estará enfermizamente pálida. He oído el himen de tu corazón rompiéndose mientras palpitaba por mí y los cuervos vuelan en círculos sobre nosotros. Mi cerebro es un cadáver descomponiéndose entre los aljofarados pétalos de tus rosas abiertas. Nena, siento no salir de ti, pero me he clavado tus espinas de tanto apretar tu coño con todo el corazón. Separarme de ti me duele…
Aquí, en este momento de onanismo en verso en el que mi esperma se derrama en prosa, en el que mis sábanas se llenan de plumas de ángeles y mi nostalgia por ti resbala viscosamente entre mis dedos de pianista moldeando pecados… sé que te quiero con una compulsiva obsesión que debería tener la nomenclatura de un síndrome bautizado por la saliva de tus besos y la babosidad que emana el abismo de tu entrepierna. Y sé que estoy más cerca del Infierno porque me he dejado el alma con otro orgasmo… Sé que el cielo es azul porque he abierto el gas y todo ha ardido ahí arriba al encender una vela por nosotros.
Me pierdo en noches laberínticas que construí con tu pelo púbico y de ahí no hay quien me saque. Noches de encontrar la luz al final de tu coño, del destello de tu mirada follándose la mía a pelo, de componer música con los latidos de tu corazón y el mío, de ser ángeles amándose mientras se envuelven con sus blancas alas, de la aureola de tus pezones, del amanecer de tu lengua asomando entre tus labios para bailar en mi boca pisándome las palabras…
Me crucifico en tus brazos, me clavo boca abajo en cada uno de tus negros demonios que aúllan en las noches de soledad, en la tentación de tu boca, en tu serpenteante cadera, en las cataratas del Estigia de tus piernas, en las profundidades del Hades. Me hundo y mi peso te arrastra conmigo al averno.
El colchón sigue gimiendo tu nombre, las paredes continúan derrumbándose sobre mis pedazos, bajo la almohada se retuerce el insomnio, mis piernas tiemblan, mi corazón tirita y mi cabeza es el génesis de un caos de manzanas con crías de serpientes haciendo agujeros… Y, a su vez, el verde veneno con el que se cubre la esperanza metaboliza en el hígado del último cubito de hielo del whisky, el cisne se burla de su Réquiem en Re menor abriendo sus alas para no hundirse en el gélido lago, la realidad puede desestructurarse con unos dedos ilógicos que sobreviven en la demencia de acariciar tu cuerpo que se arquea mientras mi polla hace diana en ti.
Y sólo los demonios cortarán los hilos que sostienen a los ángeles para que caigan sobre tu cuerpo, para que se hagan pedazos en ti y se esparzan por toda tú. Sólo el cielo podrá ser la lápida de tanto infierno, que las piedras del Edén caigan para hacer los cimientos de torres en el Tártaro.
Me subo los calzoncillos imaginando que abrazo tu angelical figura mientras la abismal nostalgia me posee, mi amor por ti me exorciza, la distancia me maldice, el recuerdo de tu voz me consuela mientras el silencio me condena a la realidad…
Ángeles… Demonios… Y yo sólo soy un mortal intentando mantenerme en el cielo de tu boca cuando todo aquí se viene abajo.
Si esta no es la paja más romántica que te han dedicado, que la guadaña de la Muerte me la sesgue y se la coman los buitres mientras “Intranerso” es el consolador críptico de este mundo que se va a la mierda y las ratas roen las páginas de “Anestesia con Cianuro”.
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