– A las doce donde siempre, ¿puedes?
– Sí.
«You got to make it hot, like a boomerang I need a repeat…»
La voz ronca de Billy Gibbons se abre paso a través del aire denso de la habitación del motel que he alquilado unas horas antes. El sonido de las guitarras de Gimme All Your Lovin’ ha impuesto el ritmo y ahora sus caderas bailan para mí. Está inclinada sobre la mesa desvencijada que forma parte del exiguo mobiliario de la estancia. La atraigo hacia mí tirando de su pelo y las alas de tinta dibujadas en su espalda simulan iniciar el vuelo cada vez que la arquea involuntariamente.
Me inclino hacia adelante y le susurro al oído «Hazlo para mí». El sonido de mi voz acelera su respiración. Tomo su cuello con mi mano y le giro la cara buscando sus labios. Termina la canción y con ella terminamos nosotros entre gemidos y espasmos. Nos besamos con ansia. Nos mordemos.
– Te amo.
Lo he dicho. Y formalmente no rompe nuestro pacto. Al conocernos nos prometimos sinceridad, amor y sexo, justo en ese orden, pero por horas. Ella tiene su vida y yo la mía. También prometimos no enamorarnos y hoy, el mando del control remoto de mis sentimientos tiene las pilas agotadas. La he jodido. Siento por ella más de lo que estaría dispuesto a reconocer. Me ha mirado con un gesto a medio camino entre la ternura y el reproche, sin decir nada.
Hoy es diferente. Me avisó. Sería la última vez.
He intentado consumirla con moderación, no por responsabilidad, por no terminarla. Por alargar el momento en que volveríamos a ser unos extraños y que ambos sabíamos que llegaría antes o después.
Se ha duchado para eliminar cualquier resto de mí. Ha terminado de vestirse. Sandalias de tacón, falda negra de tubo y camisa blanca ceñida de seda. Un poco de rímel y carmín en los labios, aplicado mirándose al sucio y ovalado espejo que cuelga de una de las paredes. Está perfecta. Se mira una última vez analizando si todo está en su sitio, y lo está. Vuelve a su vida. Ya no existo.
Me ha mirado al salir. No ha dicho nada. Tan sólo ha levantado la mano en un tímido gesto para decirme adiós.
…
Permanezco tendido en la cama, desnudo. Aún dispongo de una hora para volver a ser mi otro yo, el responsable director de ventas de mi empresa, amantísimo marido y padre ejemplar.
«Hey joe, where you goin’ with that gun of your hand…»
Jimi Hendrix ha comenzado a disparar sentimientos zurdos desde su ametralladora en forma de guitarra. Estoy jodido.
Mi móvil vibra y me despierta del leve sopor en el que había caído hace unos minutos.
– Mañana, ¿puedes? Será la última vez.
– Sí, ¿a la misma hora?
Puedes seguir a @Mous_Tache en Twitter