– Con esto ya está todo.
-¿Todo?
– Sí, lo que puedo llevarme.
– No vas a volver, está claro.
– No se puede volver donde ya no queda nada.
Hace sólo dos meses que tengo el carnet y la única razón para tenerlo, es huir.
Al mundo le salen burbujas por todos lados, es una muestra de su agonía, de la decadencia y la podredumbre.
Todo empezó como se hilan las desgracias. Sin ruido, con la sutileza de un verano templado y largo.
No creo en el destino, no creo en la escritura providencial de un sino. Puede que ya no crea en nada, salvo en la ruina y la desesperanza.
Con este mar haciéndome burla, las cosas no podían ser de otra manera.
He pretendido luchar y ahora me doy cuenta de que que ninguna guerra prospera sin el beneplácito del sistema. Aún así, ya no puedo parar.
– No deberías haberte metido en nada.
– Puede ser, pero para eso ya estas tú ¿no?
– Eso es injusto.
– Ya ¿y qué no lo es?
Para ser libre, tienes que estar seguro que te soportas a ti mismo. Pasarás al ejercito de la soledad, porque todo tiene un jodido precio y el de la libertad es que la gente te niegue y te huya.
No me molesta encontrarme con personas, pero tampoco las voy buscando.
Cuando maté la primera vez, me tomaron por loca. Lo que equivale al rechazo o la pena y de paso a aumentar el gasto sanitario en drogas para alienar pensamientos.
Después de soltarme la primera vez, lo volví a hacer, a matar, me refiero. Igual os preguntáis porqué. La respuesta oscila entre la facilidad de un: ¿por qué no? Y la complejidad que suele revestir el comportamiento humano.
Decidí empezar por el hastío y a partir de ahí, todo fue mucho más fácil.
Soy una asesina.
– ¿De verdad has matado a toda esa gente?
– ¿De verdad me estás preguntando eso?
– Sí, no comprendo que puede llevar a a una buena persona a cometer actos tan terribles.
– Y dime ¿que es lo que lleva a las personas a soportarlo todo?
– Es una sociedad, hay unas normas.
– Normas para unos, privilegios para otros. No es justo.
– ¿Y tú justicia es matar?
– Sí. Es mucho más justo aniquilar a los que aniquilan, que no hacer nada.
– ¿Y en qué lugar me deja a mí eso?
– En el que has estado siempre, cariño.
Romper con tu mundo es lo más difícil. Una vez conseguido matar es cosa fácil.
No mato a cualquiera, tampoco dejo que nadie me diga quien debe ser mi objetivo. Tampoco acepto dinero. Quiero decir, que no pertenezco a ningún grupo armado. Lo hago todo sola.
Tardaron en comprenderlo. Me escapaba de prisión con demasiada facilidad. Pensaban que tenía la cobertura de un grupo terrorista o la protección de algún pez gordo. Nada de eso. Precisamente de quien “me encargo” suelen ser los peces más gordos. Los dirigentes, la escoria que está destruyendo el mundo y la poca humanidad y dignidad que nos queda como especie.
Me ayudaban a escapar las mismas personas a las que esos malnacidos habían llevado al límite y eso es casi todo el mundo, a excepción de los privilegiados, lameculos y gerifaltes de la miseria.
Al final tuve apoyos que jamás pedí.
– ¿ Y si me preguntan por ti?
– Diles que he muerto.
– No lo creerán.
– Lo harán si te lo crees tú.
– ¿Qué quieres decir?
Que estoy muerta. Vienen a por mi, sé que están cerca.
-Quiero decir, que ya no soy la misma. No queda nada de lo que creías conocer, salvo mi rabia.
– ¿Puedo hacer algo?
– No. Sólo olvidarme.
Tres años después, sigo en la lucha.
El maldito apocalipsis tardaba demasiado a en llegar, así que decidí adelantarlo.
Si lo consigo, te enterarás, sino… Ya nunca habré existido. Mártir para unos, demonio para otros.
Y las páginas de los diarios, nunca habrán hablado de mi.
“Algunas personas, sólo quieren ver el mundo arder” y añado: Mejor las llamas que esta desesperación consentida.
Este mundo, no sobrevivirá, tiene las raíces quemadas.
Os deseo un feliz apocalipsis.
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